Quimios

Mi relación con el espejo: días buenos, días malos y días de tregua

Después de más de un año de mi diagnóstico entendí que ni mi pelo, ni mis tetas, ni mi físico me definen. El espejo y yo hemos tenido una relación tóxica, marcada por cicatrices, lágrimas y cambios repentinos. Hubo días en que no quería ni mirarme, porque lo que reflejaba dolía más por dentro que por fuera.

Con el tiempo descubrí que el espejo no tiene la última palabra. Lo que muestra está distorsionado por miedos, emociones y expectativas ajenas. Mis cicatrices hoy son recordatorios de que sigo aquí, de que sobreviví.

El espejo no define mi valor. Eso lo defino yo.