Hoy a más de un año después de mi diagnostico mucho he cambiado, me costó tiempo verme en el espejo y amar esta transformada y nueva versión mía.

Todo lo que me cuestionaba en un principio como el concepto de feminidad hoy lo tengo más claro que nunca, ni mi pelo, ni mis tetas, ni mi físico me define.

Sin embargo, debo confesar que el espejo y yo siempre hemos tenido una relación tóxica, que se agudizó a partir del diagnóstico. Son tantos los cambios tan repentinos y veloces que nos suceden…desde las ojeras por tanto llorar (creo que nunca había llorado tanto en mi vida), la palidez, sequedad de la piel, hasta la perdida de pelo, pestañas, cicatrices,quemaduras por la radioterapia, etc…es desgarrador.

Sigue habiendo días en los que me miro y pienso: “ok, esto no está tan mal”, y otros en los que ni siquiera quiero acercarme, porque sé que lo que voy a ver me va a doler. Es como si reflejara mucho más que mi apariencia; refleja lo que siento por dentro, y eso a veces es más difícil de mirar.

¿Y cómo no? Si vivimos en una sociedad en donde la juventud esta sobre valorada, y la vejez y la enfermedad subestimada. No ayuda en nada…y cada comentario, hasta con una buena intención sobre tu aspecto se quedan ahí, atrapados como una sombra que no se puede borrar.

Con el tiempo, aprendí a reconciliarme con él. No fue fácil. No fue un momento mágico en el que de repente me miré y todo cambió. Fue más bien un proceso, un trabajo diario de entender que el espejo no tiene la última palabra sobre quién soy. Me di cuenta de que lo que veía en él no siempre era la realidad, sino una versión distorsionada por mis emociones, por mis inseguridades, por las expectativas que otros habían puesto sobre mí.

Al pasar de las quimios, y de los tratamientos, mi físico paso a segundo plano. Y mi prioridad pasó en sobrevivir, costará lo que costará. Cada cicatriz es bella, me recuerda que la vida me ha dado una segunda oportunidad.

El espejo no define mi valor. No puede decirme quién soy ni cuánto valgo. Eso lo defino yo.

Si alguna vez te has sentido en guerra con tu reflejo, quiero que sepas algo: no estás sola. El espejo no es tu juez, y aunque a veces parezca tu enemigo, al final del día, es solo un objeto. Tú eres mucho más que lo que él puede mostrarte. 

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